Hace diez años, a consecuencia de los significativos daños de los huracanes Manuel e Ingrid en Acapulco, esta columna propuso una serie de ideas para aprovechar el desastre de Guerrero como catalizador para reformas que cambiaran las condiciones estructurales del puerto y del estado. La magnitud de la tragedia ocasionada por Otis vuelve a poner en la mesa la imperiosa necesidad de modificar las condiciones políticas, de seguridad y económicas para sentar las bases para un
futuro más promisorio.