A pesar de su naturaleza estructural, los flujos migratorios recientes y la inflación que no cede son, en buena parte, resultado de las políticas expansionistas adoptadas en el contexto de Covid-19, sobre todo en Estados Unidos.
Es claro que Estados Unidos es un destino atractivo y en tiempos postpandemia lo es aún más, ya que se ha agudizado la escasez de mano de obra en esa economía. El largo confinamiento, el aumento exponencial del trabajo a distancia y los programas de apoyo públicos parecen haber llevado a un porcentaje de la fuerza laboral a ya no ofrecer sus servicios. De manera mucho más pronunciada, el impulso de la demanda consecuencia de déficit públicos a niveles récord y una expansión monetaria sin precedentes para financiarlos y apoyar la actividad económica, se ha traducido en una amplia brecha entre la oferta de puestos de trabajo y la posibilidad de colmarla.
Si bien se puede atribuir a las precarias condiciones económicas y de gobernabilidad de América Central, Haití y otros países, el ánimo para embarcarse en una peregrinación peligrosa a través de México, y no pocas veces desde América del Sur, con el fin de llegar a Estados Unidos, el repunte migratorio se explica mucho más por la escasez laboral en ese país producto de una fuerte demanda. Los altos salarios ofrecidos, en términos relativos, y la alta probabilidad de encontrar empleo funcionan como un poderoso imán para embarcarse en y sufragar un costoso trayecto.
Artículo originalmente publicado en El Universal
Foto: El Universal